Entradas

Milagrosamente cocinero

Una de las cualidades que seducen a las chicas es que su hombre sepa cocinar. Un hombre exquisito con los aromas de las hierbas y las frutas, un conocedor de los distintos tipos de verduras y tubérculos, alguien que sabe medir virtuosamente el punto exacto de los condimentos y cocciones. Además, si este cocinero es apuesto y encima cocina desnudo, sin más prenda que un mandil, pues con ese definitivamente se casan, porque que un hombre cocine significa para una mujer una muestra de amor, cariño, sutileza y hasta de cero machismo. A mí no me sirve mucho estar enterado de esto. Cocinar no es mi sex appeal … Muy tarde mi madre ha concluido que me hizo daño al no dejarme entrar jamás en ese laboratorio de sazones que es la cocina. Se tomó muy a pecho eso de que un hijo debe dedicarse a estudiar y creyó que yo estudiaba todo el tiempo cuando en realidad me pasé de vago leyendo novelas. Mis tres hermanos que no tuvieron tanto gusto por la literatura sí terminaron cultivando cada quien s

Minificciones # 3: Lucía

Lucía se despierta de lunes a viernes a las cuatro de la mañana para ir a trabajar. Ingresa a las siete en punto. Cuando toma el bus aún es de madrugada. Su jornada dura hasta las cinco de la tarde. A esa hora se despide de todos y se va volando al diplomado. Las clases acaban a las nueve de la noche, se dirige al paradero, espera el bus, viaja de pie porque no hay asientos libres y cruza así media ciudad para volver a casa. Llega sumamente cansada, abre la puerta, entra, arrastra sus últimos pasos hasta la sala, tira las llaves y la cartera sobre la mesa de centro y se deja caer sobre el sofá. No tiene ganas ni de pensar en las ovejitas de los sueños. Mi Lucía, dulce y desfallecida. No luce como lucía en la mañana, pero sigue siendo Lucía. Dejo lo que estaba haciendo, me acerco a ella para llevarla a la habitación. La recuesto sobre la cama, le saco las ballerinas y las pantimedias, traigo agua tibia para sus pies, la desvisto, le pongo ropa de dormir como quien cambia a una niña.

Minificciones # 2: El arte de tejer

La maestra de tejido es guapa. La maestra me enseñará lecciones básicas del arte de tejer. Ella coge los palitos, de esta manera, así, metes por aquí, das una vuelta por este lado, coges, sacas y listo, ¿ves cómo queda? Sí, veo sus manos blancas, sus dedos largos haciendo no sé qué enredos con el hilo; no estoy concentrado en cómo se hace el punto. Ella me repite la técnica pero lo que se enreda es mi cabeza. Ahora hazlo tú, me dice, así, ¡no, así no! Primero coge bien los palitos, das una vuelta por ese hueco, ¡no, por el otro! ¡Pero no sueltes el hilo!... Te estás saltando los puntos, mira cómo está quedando, ¿no ves que no están apareciendo las curvitas?, ¿te fijas? Sí... claro..., ¿qué curvas? La maestra de tejido va a perder la paciencia conmigo. Gracias al cielo no se hace hígado mientras me corrige, más bien se burla de mis destrezas manuales. Y más se burla si me ve minucioso, empeñoso, peleándome con la punta desgraciada del palito que, caramba, por estar muy ajustada con